LA EDUCACIÓN FAMILIAR COMO PARTE DE LA ORIENTACIÓN FAMILIAR
Las causas de la evidente
fragilidad teórica de la Educación Familiar es, por una parte, que la
familia no se consideró objeto estudio hasta bien entrado el
siglo XX y por otra, el olvido en la que estuvo sumida la Pedagogía
Familiar.
El profesor Quintana Cabanas
reflexionó sobre esto quedando la misma perfectamente reflejada en su
aportación al tratado de Pedagogía Familiar (1993). En este
Manual encontramos una definición de Pedagogía Familiar que dice
así:
«Entendida como la ciencia
pedagógica de la educación familiar, o la parte de la pedagogía que se
ocupa de ese aspecto de la educación que es la educación
familiar». Este autor nos aclara algo más: «que el objeto de la
Pedagogía es el educar, la regulación de la actividad educadora, no
siendo este el objeto de ninguna de las CC. de la Educación.
Con esto queda patente la autonomía de la Pedagogía con respecto a
las CC. de la Educación. Y en este contexto entra la Pedagogía Familiar,
en cuanto rama de la Pedagogía. Si se quiere, forma
parte de la Ciencia de la Educación, como la propia Pedagogía; pero
no es una de las llamadas "Ciencias de la Educación", sino que es una de
las "ciencias pedagógicas" o ramas de la Pedagogía.
Como tal, la Pedagogía Familiar es una ciencia "práctica", por más
que se apoye en unas bases teóricas» (Quintana Cabanas, 1993: 13-14).
Este predominio de la práctica
también podría ser una de las causas de la fragilidad teórica de esta
disciplina, por que, a pesar de lo que apuntaba Quintana, no
tuvo el suficiente acompañamiento teórico. Hoy en día está
comprobado que para que una disciplina científica se consolide y avance,
la teoría y la práctica deben estar siempre presentes, sobre
todo porque son dos dimensiones de una única y misma realidad.
Otro aspecto que podría haber
motivado la ausencia de planteamientos científicos sobre Educación
Familiar y una profundización pedagógica de la misma, es que el
ámbito familiar siempre estuvo marcado, valga la redundancia, por la
«familiaridad» del tema. Sobre la familia siempre existió como una
especie de libertad de opinión, todo el mundo podía opinar,
lo que en muchas ocasiones facilitaba el caer en
malinterpretaciones, en el mantenimiento de comportamientos
arraigados-heredados, etc. que restaban cientificidad al objeto de
estudio de la
Educación Familiar.
Este es el panorama en el que
hemos encontrado la Educación Familiar, y desde ahí tenemos que partir,
aprovechando al máximo el trabajo de aquellos profesionales
de la educación que dedicaron a la educación familiar, así como
también las aportaciones de profesionales de otras disciplinas:
psicólogos, sociólogos, antropólogos, juristas...
La eclosión de la educación
familiar viene determinada por factores tales como: el cambio originado
entorno al concepto de familia, la influencia del contexto
social, económico, cultural, las nuevas políticas sociales, la
democracia y el Estado de Bienestar, el divorcio y las separaciones, las
nuevas formas de convivencia, la natalidad, las relaciones
intergeneracionales; las problemáticas familiares...
La educación pasa a ser concebida
como «un proceso de mejora de la persona que sobrepasa los límites del
periodo escolar, llegando incluso a cuestionarse el
monopolio de tal institución sobre la educación. La educación es
concebida como una característica de la existencia humana» (Petrus,
1997:10).
El profesor A. Sanvisens (1995:
152-153) afirma al respecto que frente a los continuos y rápidos
procesos de transformación social, la educación adquiere nuevas
dimensiones y funciones:
- Deviene en una actividad o función permanente.
- Se abre a sectores marginales y problemáticos hasta entonces alejados del concepto de educación.
- Se define como un sistema abierto.
- Se reformula la educación como una actividad social.
La educación familiar, está
condicionada por su propia historia, por su carácter pedagógico y por
las políticas sociales, y aún así no debe renunciar a la
intervención crítica y transformadora de la familia y de la
sociedad.
La Educación Familiar como adaptación:
Por Adaptación se entiende como la
adquisición de las condiciones que el medio exige del hábito más
evolutivo del hombre: adaptarse.
La educación familiar, consistiría
en adquirir las necesarias características intelectuales, sociales,
culturales, afectivas y personales para adaptarse al
medio, para vivir y sobrevivir en un contexto familiar y social
concreto. Esta adaptación es evolutiva, es un proceso que se da a lo
largo de toda la vida, y la educación familiar aunque es más
intensa en la infancia y en la adolescencia, continua en la adultez y
en la vejez. La educación familiar adaptativa, es un inacabable proceso
de continuas adaptaciones del hombre al medio natural
y social. En sentido estricto, la educación familiar sería la
expresión del desarrollo adaptativo del educando, como ser vivo, a las
cambiantes necesidades sociales.
La adaptación es una fase
necesaria de la educación familiar, aunque esa adaptación sólo tendrá
valor pedagógico si se convierte en un auténtico factor de
optimización de la persona y de la propia sociedad. Esa adaptación
debe entenderse como una adaptación evolutiva, creativa y optimizante.
Toda educación familiar debe ser adaptativa y evolutiva
al mismo tiempo. Es decir, debe ser capaz de integrar a cada miembro
del sistema familiar en el medio, y convertirse en un factor de cambio
de ese mismo medio.
La Educación Familiar como socialización:
Por Socialización se entiende: «el
proceso a través del cual el individuo humano aprende e interioriza
unos contenidos socioculturales, a la vez que
desarrolla y afirma su identidad personal bajo la influencia de unos
agentes exteriores y mediante mecanismos procesuales frecuentemente
inintencionados» (Quintana Cabanas, 1993:32).
La socialización es el largo proceso que conduce a la correcta inserción del individuo en la vida del grupo.
La educación familiar sería el
complejo mecanismo gracias al cual, un individuo del sistema familiar
asume los valores, normas y comportamientos de dicho
sistema. Cuando se habla de socialización de los individuos se
incluye, dentro de un mismo proceso, la consecución de dos efectos: la
enculturación y la personalización (Coloma, 1987).
La familia, se considera el grupo
primario por excelencia dentro del proceso de socialización, y comporta
el más elemental aprendizaje afectivo de los
comportamientos del grupo. los padres aportan a sus hijos, además de
alimento y protección, unas pautas específicas y el estímulo de unos
modos concretos de interacción. La problemática de la
socialización familiar estribaría precisamente en las pautas y en
los modos concretos de interacción usados por los padres.
La educación familiar se define también, como una correcta socialización.
La educación familiar seria el
complejo mecanismo gracias al cual, un individuo del sistema familiar
asume valores, normas y comportamientos de dicho
sistema.
La Educación Familiar como adquisición de competencias sociales:
Si anteriormente se destacaba la
capacidad de la familia para influir en la correcta socialización de sus
miembros, o en la correcta inserción del individuo en
la vida del grupo, vemos que la adquisición de competencias sociales
también se acerca a lo que entendemos por socialización.
Habermas (1982)
añade una característica que las diferencia y que es importante tener en
cuenta: la socialización no es un mero proceso
racional y cognitivo, sino más bien el resultado de un proceso
afectivo y comunicativo. La educación familiar, en los último tiempos,
se ha ocupado más de este último proceso, delegando la parte
racional y cognitiva de la socialización a agentes secundarios como
la escuela y los medios de comunicación. La educación familiar, aún así,
no debe delegar estas funciones, sino participar junto
al resto de agentes socializadores en su adquisición y
afianzamiento.
La educación familiar se
interpreta como: la acción educativa, cuyo objetivo, es el aprendizaje
de las virtudes o capacidades sociales que un grupo o sociedad
considera correctas y necesarias para alcanzar su integración.
La educación familiar debe tener
como objetivo que las familias y sus miembros se formen y adquieran las
habilidades o competencias sociales para una sana y
eficaz vida en familia y en sociedad; por otro lado, no podemos
olvidar que a veces las familias no son capaces de ofrecer a sus
miembros tales habilidades o competencias sociales,
inhabilitándolos para una correcta vida familiar y grupal y
desviándolos socialmente. La educación familiar, también, debe tener
como objetivo, prevenir y procurar que las familias no se sientan
incapaces o impotentes en su acción educativa.
Educación Familiar como didáctica de lo familiar:
La Educación Familiar se entendería como un conjunto de estrategias e intervenciones socioeducativas en el medio familiar.
La Educación Familiar es una
intervención socioeducativa. Una intervención, en función de las
dificultades que presente cada núcleo familiar y en función de unos
determinados mandatos institucionales. Es algo así como una ciencia
de la intervención frente a las problemáticas familiares. Es una
didáctica de lo familiar.
Educación Familiar como acción profesional cualificada:
La Educación Familiar es concebida
también como la intervención cualificada de unos profesionales, con la
ayuda de unos recursos y la presencia de unas
determinadas circunstancias, sobre un sistema familiar.
Será objetivo primordial de esta
actuación prevenir y dar solución a ciertas problemáticas y necesidades
familiares de la población alejada de los beneficios
sociales.
Una intervención profesional
cualificada, no debe ni puede, reducirse acciones socioeducativas, sino
que debe incidir en un análisis profundo del sistema
familiar. Todo ello dirigido a la consecución de los cambios
necesarios, de una forma eficaz y justa, y donde la familia sea la
protagonista de los mismos.
La educación familiar será, en
suma, una acción consciente, reflexiva y planificada, fundamentada en la
técnica y en la metodología, a fin de incidir
positivamente sobre una realidad familiar determinada. La educación
familiar es una acción profesional cualificada, aplicada al contexto
familiar, después de haber realizado un diagnóstico de la
realidad familiar. La educación familiar es, en definitiva, una
acción a través de unos medios y recursos adecuados, destinados a
cambiar dicha realidad.
Educación Familiar como acción cerca de la inadaptación social:
La Educación Familiar tiene como
funciones: Desarrollar y promover la calidad de vida del sistema
familiar y adoptar y aplicar estrategias de prevención sobre
las causas que originan y mantienen en desequilibrio al contexto
familiar.
Definir la Educación familiar
partiendo de la inadaptación viene a demostrar la excesiva relación
existente entre la educación familiar y la inadaptación y la
marginación.
Educación familiar como paidocenosis:
La educación es el conjunto de
estímulos (paidocenosis) que de manera eficaz posibilita que una
sociedad disponga de un mayor nivel de socialización. La familia
es fuente fundamental de estímulos, por ello consideramos que su
función educadora es también paidocenosis.
La educación familiar como generadora de demandas:
La educación familiar tiene que
asumir actitudes positivas ante las actuales estructuras sociales,
orientándolas al respeto total de las exigencias familiares.
Al mismo tiempo, ha de provocar las situaciones adecuadas para que
la familia pueda o sea capaz de adaptarse a las transformaciones que
sufre por motivo de los cambios sociales.
Debe asumir también el objetivo de
crear conciencia acerca de cuáles son las necesidades familiares y
sociales no debidamente satisfechas. La educación familiar
debe revelarse abierta a las diversas determinaciones sociales,
dispuesta a integrar nuevas situaciones, y ser sensible a las complejas
exigencias de los miembros más jóvenes del sistema
familiar.
La educación familiar desde un enfoque integrador y cambiante:
La educación familiar debe ser
abordada desde una perspectiva integradora. es de vital importancia
interpretar la educación familiar teniendo en cuenta los
cambios más significativos que se produzcan en el contexto familiar y
social más inmediato.
Es integradora, porque además del
peso que adquiere su relación con familias multiproblemáticas y
marginales, su intervención educativa debe recoger también las
familias consideradas como «normales».
EL PERFIL DEL EDUCADOR FAMILIAR
FORMACIÓN BÁSICA:
En primer lugar conviene indicar
que la persona interesada en trabajar con familias, debe comenzar por
poseer una formación básica como Educador, en la que se
incluya: el conocimiento del contexto socioeducativo y familiar, el
conocimiento de las características de los individuos (adultos y niños,
ciclos vitales de la familia), una reflexión acerca de
los fines y valores de la educación, capacidad para realizar
diagnóstico de necesidades, planificar programas, organizar espacios,
tiempos y recursos, manejar la comunicación entre compañeros
padres e hijos, evaluar los logros de los miembros de la familia y
de los programas...
FORMACIÓN ESPECÍFICA:
Una de los rasgos que marca el
trabajo profesional del Educador Familiar es la multidisciplinariedad
pero además estará integrado en un programa de intervención
y en un contexto en el que desarrolla su acción. Con respecto a la
formación específica, decir que debe existir cierta conjunción entre
función a desempeñar y formación.
a. FORMACIÓN PARA EL AUTOCONOCIMIENTO Y LA AUTOREFLEXIÓN PERSONAL:
La persona del El Educador
Familiar es una herramienta-instrumento de trabajo y, por ello, ha de
estar siempre en continua revisión y puesta al día. Situarse en
un nivel autorreferencial permite responder a preguntas tales como
(Vega, S., 1997):
- ¿Qué pasa en él con esa familia particular, o con determinadas familias, o con determinadas situaciones problemáticas?.
- ¿Qué efectos experimenta emocionalmente con familias y/o sistemas?.
- ¿Cómo actúa o cuáles son sus
conductas-comunicaciones-respuestas cuando se presentan dificultades
relacionales persistentes con la familia en su conjunto o con
algún miembro?.
- ¿Cómo le afecta o qué tipo de
respuesta tiene frente a la pobreza, la desocupación, la enfermedad, la
inadaptación, la negligencia, la delincuencia, la
marginación, el maltrato el fracaso escolar,...?.
- ¿Qué tipo de emociones y
prejuicios le surgen frente a culturas diferentes, etnias, religiosidad,
género, variaciones sexuales, migraciones?.
- ¿Qué grado de disonancia-consonancia cultural puede reconocer entre su propia visión del mundo y la del otro?.
Junto a esta serie de preguntas,
que necesariamente se ha de responder el Educador para afrontar con
garantías el abordaje del proceso de ayuda a la familia, ha
de tener en cuenta otro aspecto relevante como es la posición
superior de «experto». Una de las connotaciones que más sobresale viene
dada por la creencia y el estereotipo cultural de que el
profesional es el único que posee el conocimiento objetivo de la
realidad. Al no partir el profesional como único poseedor de la verdad,
el proceso adquiere una mayor complejidad y alternativas,
y se convierte en un proceso conjunto de construcción de cambios
mínimos.
Responder a las preguntas antes expuestas conlleva un trabajo intenso de autoconocimiento personal, puesto que (Vega, S., 1997):
- Exige agudizar las ideas que se
tiene sobre uno mismo y sobre los otros para reconocer los modos de
relacionarse en las diferentes situaciones
interpersonales.
- Supone un entrenamiento, a
través del cual cada uno evalúe sistemáticamente las distintas
secuencias interactivas desde su propia persona.
- Requiere ejercitarse en el
reconocimiento de la posible interferencia de sus emociones, en la
situación que tiene que intervenir. Reconocer la posibilidad de
dicha interferencia emocional facilita que ésta no se transforme en
un obstáculo de avance. Debe ser capaz de modificar la debilidad o la
excesiva involucración emocional del Educador Familiar en
un instrumento útil. El equilibrio entre las emociones del Educador y
los objetivos de la intervención es una de las principales dificultades
que debe afrontar para que la misma alcance tales
objetivos.
- Exige la visualización y la
fijación de objetivos frente a una situación-problema que le permita
integrar sus posibilidades de cambio en relación a sí mismo
(nivel intrapersonal), con los otros profesionales (nivel
interpersonal) y con el sistema organización-usuario (nivel
intersistémico).
b. FORMACIÓN PARA BASARSE EN LA COMPETENCIA DE LOS PADRES:
Es conveniente que el Educador
Familiar reconozca que las personas adultas con las que trabaja, o va a
trabajar, tienen en general una amplia experiencia vital,
con sus propios conjuntos o sistemas de ideas; experimentan un mundo
de afectos y relaciones y poseen de forma más o menos consciente su
propia escala de valores. Desde el punto de vista de la
ayuda que el Educador siempre pueda prestar, resultará más
productivo partir de sus competencias que de sus déficits. Para
establecer unas relaciones de apoyo y facilitar el cambio, las mismas
tienen que estar basadas en la empatía, la confianza, la franqueza y
el respeto.
c. FORMACIÓN PARA CONSTRUIR REPRESENTACIONES COMPARTIDAS
Todas las personas estamos
interesadas en comprender lo que sucede a nuestro alrededor, para poder
actuar de forma adecuada y poder hacer previsiones. Para dar
un sentido al mundo, cada persona construye en su mente modelos de
acontecimientos basados en su experiencia..
Los profesionales de la educación
familiar deben aprender a conocer y a trabajar con las ideas de los
padres, sin pretender sustituirlas por otras, sino las
nuevas les resultarán extrañas, poco comprensibles y difícilmente se
llevarán a la práctica.
d. FORMACIÓN PARA TRABAJAR EN COLABORACIÓN CON LOS PADRES:
De acuerdo con las ideas
precedentes, la implicación de los padres deben entenderse más como un
trabajo cooperativo que como un seguimiento o una participación
de las orientaciones del profesional, superando concepciones
paternalistas. En concreto, los profesionales, deben aprender a
planificar en colaboración con los padres. Esto implica reconocer y
negociar las metas, la comprensión de las características y
necesidades de los y planificar lo que se va a hacer y reflexionar sobre
lo realizado.
e. FORMACIÓN PARA TRABAJAR EN LA COMUNIDAD:
Los profesionales de la educación
familiar deben saber que, tanto trabajen directamente con los niños como
con los adultos, es toda la familia la que está
implicada. La ayuda que el profesional presta pretende que sus
destinatarios experimenten que han sido eficaces al enfrentarse «a su
situación» con su propio esfuerzo y se sientan capaces de
encarar el futuro sin ayuda profesional o con una ayuda muy
limitada.
EL EDUCADOR PARA SU INTERVENCIÓN EN EL ÁMBITO FAMILIAR DEBE POSEER
- Además de formar parte de un
equipo interdisciplinar (trabajador social, psicólogo, abogado, auxiliar
de servicios sociales…) debería de crear un equipo de
educadores. Un espacio concreto extendiendo el territorio para poder
actuar con varios educadores mejor que asignar un sólo Educador a un
territorio más reducido. El Educador es el instrumento
facilitador del cambio y un equipo garantiza una heterogeneidad
(sexo, carácter, edad, experiencias…) y permite un mejor acercamiento a
realidades familiares diversas.
- Se precisa una madurez personal suficiente para confrontar problemas
- Disponibilidad y profesionalidad
(dedicarle tiempo y creer en lo que se hace). Este trabajo no tiene un
horario fijo ni unas tareas muy definidas. Hacer un
seguimiento familiar supone, en muchas ocasiones, hacer cosas
insospechadas, en tiempos no previstos.
- Capacidad y habilidad para
trabajar y compartir en equipo. A la hora de valorar los casos y de
supervisar las intervenciones que se llevan a cabo, es muy
frecuente que las interpretaciones estén cargadas de sentimientos,
temores, rabia, incapacidad... hacia las distintas familias. La facultad
para aceptar críticas y de valorar la opinión de los
demás es fundamental en este trabajo. El apoyo del resto del equipo
es fundamental para sentirse para superar frustraciones, tensiones...
- Saber escuchar, ponerse en el
lugar del otro (ser empático). Creer en la capacidad de cambio
individual y la necesidad de cambio social. En el entorno familiar
las evoluciones son mucho más lentas, pero también más
significativas y permanentes. Estas características pueden desanimar en
un principio, pero la perseverancia y la confianza en el cambio son
factores claves que hay que desarrollar y mantener con estas
familias.
DIFICULTADES QUE HA DE AFRONTAR EL EDUCADOR FAMILIAR
Se toma como referencia a Coletti, M. y Linares, J.L. (Comp.), (1997): «La intervención sistémica en los Servicios Sociales ante la familia
multiproblemática». Paidós. Terapia Familiar. Barcelona.
Las dificultades más comunes que se le presentan al Educador Familiar se enmarcan dentro del plano emocional.
La gran carga de sufrimientos,
incongruencias, violencias y miserias que la mayoría de las familias
multiproblemáticas (muestran a quién trabaja con ellas,
provoca normalmente una gran cantidad de reacciones emocionales. El
Educador Familiar ha de saber que dichas vivencias emocionales formarán
parte de su trabajo desde el primer momento que decide
intervenir en el ámbito familiar. Por otra parte, ha de considerar
que tales experiencias pueden facilitar o bloquear la evolución de una
intervención.
El trabajo con familias es en definitiva un trabajo con personas. Esta peculiaridad repercute inevitablemente en su trabajo
Implicación incontrolada,
parcialidad, agotamiento, impotencia, bloqueo y rabia son elementos que
aparecen con frecuencia en el trabajo con familias
multiproblemáticas, a lo que se podría añadir la posibilidad de que
el Educador Familiar no soporte algunas situaciones difíciles, como por
ejemplo los malos tratos en el seno familiar.
Otro aspecto a destacar, y que
puede ser fuente de vivencias negativas, es la falta de gratificaciones.
Por parte de los usuarios poco se puede pedir, porque son
ellos los que más necesitan ser estimulados. Los compañeros de
trabajo, aún a pesar de todo lo dicho sobre la importancia de la tarea
en equipo y de la empatía, a veces no suelen ser fuente de
gratificaciones porque la necesidad es recíproca. Lo deseable es que
el equipo sirva de punto de apoyo y de estímulo para todos y cada uno
de sus integrantes.
En ocasiones, el Educador Familiar
verá cómo las situaciones no avanzan debido sobre todo a la obstinación
de las familias por no querer salir del embrollo
problemático en el que se encuentran estancados. Las emociones más
usuales ante este tipo de inmovilismo y falta de motivación para los
cambios (incluso aquellos más pequeños y que parecen al
alcance de la mano) son la angustia y la irritación.
Uno de los aspectos que
caracterizan muchas situaciones es la cronicidad. Las prestaciones se
perpetúan en el tiempo, hasta transformarse en algo habitual no
sólo para la familia, sino también para los mismos servicios. El
Educador Familiar y el resto de profesionales siempre deben trabajar
para que esto sea lo último que suceda, es decir, anticiparse
a ella, procurando dar respuestas desde los programas de educación
familiar.
Otra fuente de ansiedad se
relaciona con el fracaso. En este trabajo siempre se ha de ser confiar
en aquellas intervenciones sencillas. La realidad demuestra que
las intervenciones no son tan fáciles como parecen y que los
primeros cambios necesitan pasar por varias fases (con sus logros y
fracasos) hasta que se consigue el resultado esperado. De ahí que
sea fundamental saber que lo más normal es que se tengan fracasos,
sobre todo al principio.
Otro aspecto que suele darse con
bastante frecuencia durante los encuentros con las familias, son los
momentos de tensión. Con bastante regularidad surge
incomprensión y enfrentamiento por las problemáticas y por la propia
intervención que se está llevando a cabo.
Otros aspectos que pueden generar
enfrentamientos e incomprensiones son los que hacen referencia a
decisiones vividas como delicadas y nuevas por la familia, y
que pueden ser aprovechadas por el Educador y el resto de su equipo.
Tales propuestas pueden producir fuertes tensiones. Pasados los
momentos de tensión y enfrentamiento vendrán momentos de
calma. La demanda de ayuda por parte de la familia para afrontar
esta nueva situación provocará la revisión de los objetivos propuestos y
la posibilidad de abrir nuevos caminos y alternativas
para la intervención.
El exceso motivacional. El burn out: Se toma como referencia a Coletti, M y Linares, J.L. (Comp.), (1997): «La intervención sistémica en los Servicios
Sociales ante la familia multiproblemática» (Paidós. Terapia Familiar. Barcelona).
Fue en 1974, cuando el psiquiatra
Herbert Freudenberger, que atendía a toxicómanos en un hospital de Nueva
York, empezó a observar cómo muchos de sus compañeros,
jóvenes e idealistas, al cabo del año de trabajo sufrían una gran
desmotivación y una progresiva pérdida de energía hasta llegar al
agotamiento, así como síntomas de ansiedad y depresión. Le
llamé el síndrome del quemado o Burn out y es el nivel más alto de
nocividad del estrés. Es decir, una relación persona-entorno que el
individuo percibe como desbordante o amenazante, pero
llevada al extremo.
El burn out aparece como el
resultado de la insoportabilidad del ambiente de trabajo, de los
compañeros, de los superiores y de las instituciones.
El burn out puede surgir
en cualquier actividad profesional donde exista cierto grado de
responsabilidad, según demuestra la experiencia clínica. Las
áreas de mayor incidencia son la enseñanza y la sanidad. Es padecido
por los profesionales de la salud y educadores, los cuales, en su
voluntad por adaptarse y responder eficazmente a un exceso
en las demandas y presiones laborales, se esfuerzan de un modo
intenso y sostenido en el tiempo, con una sobreexigencia y tensión que
originan importantes riesgos de contraer enfermedades y
afectar negativamente el rendimiento y la calidad del servicio
profesional.
Aparece en el comienzo ansiedad,
fatiga, irritabilidad. Sintéticamente, las características principales
descriptas por Maslach (1981) son:
- Cansancio y desgaste emocional,
desvitalización, pérdida de energía tanto psíquica como física, apatía,
desmotivación y poca orientación al logro de objetivos,
Angustia. estrés, pérdida de autoestima, dificultad para cumplir con
su tarea, alicaídos, faltos de incentivos...
- Despersonalización en la
relación con los otros (pacientes, colegas) con actitudes de
irritabilidad, agresividad, impaciencia, cinismo, suspicacia e
intolerancia.
- Pérdida del sentimiento de
competencia e idoneidad profesional, desmotivación, pérdida de la
autoestima laboral, deserción y abandono de tareas
Las consecuencias llegan a ser tan
graves que pueden conducirles a contraer enfermedades que varían desde
la depresión hasta la aparición de desórdenes
específicos como Somatizaciones que van desde trastornos funcionales
a lesionales según el grado de avance del problema: trastornos
cardiocirculatorios y accidentes cerebrales, depresión,
tendencia al suicidio, alcoholismo, adicciones, insomnio,
hipertensión arterial, cefaleas, trastornos articulares y musculares,
entre los más relevantes.
El burn out es la fase
final del estrés continuado y se caracteriza por un pronunciado desgaste
laboral tras varios años de trabajo. Se le califica como
un síndrome de agotamiento de emociones, despersonalización y falta
de logro y de realización personal en el trabajo. Desde el punto de
vista psicológico, para evitar que un trabajo nos queme ha
de reunir una serie de características: que sea motivador, que no
sea repetitivo y que exista cierto reconocimiento de nuestra labor. Por
desgracia, en la enseñanza en raras ocasiones se dan
estas condiciones.
Otro elemento a tener en cuenta y
de difícil control es el exceso motivacional. Este factor, también
llamado delirio de omnipotencia, raramente es analizado pero
se sabe que puede producir grandes problemas dentro del equipo y en
la gestión de los casos. El individuo piensa o actúa como si dispusiera
de poderes o capacidades especiales y fuera superior a
los demás
Esta excesiva emoción hace que el
sujeto que la posee crea que él o ella tiene la solución para todo y
difícilmente permite que otros le deleguen en la toma de
decisiones, esperando que su decisión sea acatada como inmejorable,
con una actitud casi siempre es desafiante. Todo ello en su conjunto
facilita que este exceso motivacional sea considerado como
delirante.
LA INTERVENCIÓN FAMILIAR
La intervención familiar se inicia
a través de la consolidación de un programa que permite sistematizar
las primeras actuaciones. En otras palabras, para llevar
a cabo un proceso de cambio en las familias es muy importante
elaborar previamente cuáles son los pasos que se van a seguir en la
intervención, o lo que es lo mismo, el planeamiento de la
intervención.
Entre la gran variedad de
variables existentes destacaremos tres por sus capacidad para
condicionar el diseño del proyecto (Vilar, J., 1996):
- Alcance del recurso o la
amplitud del contexto: La primera variable hace referencia a la cantidad
de población a la que se desea llegar o que se verá afectada
por el proyecto. Así, podremos hablar de alcance macrosocial, cuando
se engloba a un número amplio de población, o a un territorio extenso,
por ejemplo.
- Alcance mesosocial, cuando de lo
que se trata son de secciones o grupos concretos, por ejemplo: menores,
drogodependientes, enfermos, tercera edad…
- Alcance microsocial, cuando se
trate de un servicio reducido a un grupo específico que no se puede
fragmentar, como un núcleo familiar, una asociación
determinada, etc.
- Grado de formalidad: El grado de
formalidad hace referencia a la especificidad con la que se ha de
diseñar el proceso de cambio para que el proyecto responda a
los objetivos propuestos.
- Formalidad baja cuando no sea
necesario regular las acciones de un servicio para alcanzar los
objetivos propuestos. Esto que quiere decir que la misma
existencia del recurso o servicio lleva implícito este alcance en la
medida que se conocen los requisitos básicos para usarlo y participar,
por ejemplo, la biblioteca, el centro de información
juvenil...
- Formalidad media cuando la
institución o servicio necesite reglar sus actuaciones por que el
alcance de los recursos depende en gran medida de la adquisición
de determinados aprendizajes que son necesarios explicar. Ejemplos
de este tipo son: centros educativos, centros de recreo, asociaciones
deportivas…
- Formalidad alta cuando se trate
de una institución cuyo funcionamiento dependa de la sistematización de
la tarea que se realiza, como puede ser el servicio de
educación familiar, escuela de padres, centro de menores... En este
caso, la ausencia o por rigor en la definición del trabajo cotidiano
pone en peligro la supervivencia del recurso.
- Duración: La duración hace
referencia a la dimensión temporal del recurso, es decir, al tiempo que
se necesita para realizar la tarea propuesta. Esta variable
es la más subjetiva porque depende de las características del propio
recurso:
- Largo plazo cuando el trabajo
que se plantea abarque un periodo de tiempo amplio (suele concretarse en
más allá de cinco años).
-Medio plazo cuando se trata de un trabajo alcanzable en un periodo de tiempo de entre cinco y dos años.
- Corto plazo cuando se trata de un trabajo medible dentro de un periodo breve de menos de dos años.
El proyecto que formulemos, y para
corroborar que su diseño previo responde a la realidad sobre la que
queremos actuar y tiene en cuenta los requisitos básicos
para ser operativo, siempre debe poder responder a una serie de
preguntas y debe representar el equilibrio entre la tensión que generan
cada una de ellas. Estas preguntas son (Vila, J.,
1996):
1. Cuáles son los Objetivos o la
finalidad perseguida, y el por qué de la intervención: Toda intervención
familiar se asienta en un modelo teórico de referencia
que permite o facilita una mayor comprensión de las actuaciones que
se lleven a cabo. El modelo sistémico postula la interrelación entre
sistemas funcionales, desde el propio individuo hasta un
marco más amplio. Todos los sistemas se caracterizan por procesos de
cambios y de estabilidad, lo cual afecta directamente al desarrollo
psicológico. Las aportaciones de este modelo al análisis
de la familia muestra a ésta como un sistema abierto, estable,
gobernado por reglas, compuesto por subsistemas, con jerarquías, con
historias, experiencias, etc.
2. Cuál es la Socioestructura o
realidad en la que se ejerce la intervención: El hecho de utilizar
modelos es muy útil para orientar nuestras actuaciones,
recurriendo a unos o a otros. La realidad cambiante de nuestra
sociedad hace que los modelos deban ser cada vez más dinámicos y
revisables, en la medida en que confrontados con la práctica
comprobamos su validez.
El Objetivo General o último de la
intervención es el de hacer posible la inserción crítica en la sociedad
de las personas con las que se interviene, entendida
ésta como la capacitación de los miembros de la familia para
circular de modo constructivo, crítico y transformador por las
diferentes redes sociales a las que irán teniendo acceso en su proceso
evolutivo.
Si tenemos en cuenta que cada
familia es única e irrepetible, esta característica dotará a cada
proyecto de su particular peculiaridad; así que, aunque
presentemos a continuación una serie de objetivos específicos de
carácter global, estos habrán de adaptarse necesariamente a cada
situación familiar concreta:
- Reforzar y estimular las
capacidades y las potencialidades personales de cada miembro de la
familia, con el objetivo de iniciar un proceso de mejora personal
que permita conseguir una mejora global familiar.
- Involucrar de forma progresiva a
los padres para que asuman las funciones y responsabilidades que como
tales les pide la sociedad.
- Integrar a todas las personas
que forman la familia en su entorno, utilizando los recursos y medios
convencionales que éste ofrece.
3. Cuál es la Psicoestructura o a
quién va dirigida la intervención: El programa de educación familiar se
articula en un espacio concreto más o menos amplio: el
barrio o distrito de una ciudad; poblaciones de menos o más de
veinte mil habitantes; mancomunidades de ayuntamientos, etc. Sea cual
sea el territorio se ha de partir de que en él coexisten el
niño, la familia, los grupos y la comunidad; convirtiéndose en
unidades de intervención directa o indirecta del programa de educación
familiar, abordadas por el equipo interdisciplinar
(trabajador social, Educador familiar, psicólogo...) o en
coordinación con otros profesionales o entidades sociales de la
población (médicos, profesores, logopedas, abogados, etc.).
4. Cuáles son los Recursos o
medios disponibles: Las familias que participan en el programa de
educación familiar presentan algún estado carencial, bien sea en
la organización de la vivienda, en la economía familiar, en la
precariedad laboral, en la falta de higiene personal y del domicilio, en
la desprotección del menor: educación, alimentación,
afecto, escolarización. Las familias, incluso las más caóticas y
desorganizadas, conservan registros de flexibilidad y cambio que
permiten contemplar en su seno mecanismos compensatorios, y esta
es una característica que comparte con muchas otras realidades
humanas.
La tendencia de las familias a
resistirse a participar en el programa, hace que se tenga que reelaborar
de nuevo algunos partes de la intervención y analizar el
por qué de estas resistencias. La familia y sus recursos propios son
los que se deben estimular y poner en marcha la intervención
5. Cuál es la materia temática o
aprendizajes fundamentales que debe generar la intervención: Podríamos
hablar de dos características propias de todas las
familias. Una de ellas es su particularidad y especificidad con
respecto al resto y la otra característica su similitud y la existencia
de factores fijos a todas ellas.
Áreas de trabajo (Lerma, M.; Mensat, J. y Colás, C., 1998):
- Relaciones familiares: Favorecer
relaciones conyugales adecuadas, ofrecer modelos de referencia
adecuados, potenciar la confianza con los hijos, adecuar los
roles familiares y las respuestas ante las actitudes de los hijos,
consistencia parental).
- Educativa: Escolarización de los menores, participación en actividades extraraescolares,
prevención del absentismo escolar.
- Vivienda: Adecuar el
equipamiento a las necesidades de la familia, facilitar el acceso a una
vivienda por carecer de ella o inadecuación de la que tengan,
asegurar el mantenimiento de los servicios básicos.
- Educación para la salud: higiene
y alimentación: Adquisición de hábitos de higiene, seguimiento de la
situación sanitaria, adecuación de las horas de
sueño...
- Relaciones sociales: ocio y
tiempo libre: Participación en actividades de ocio y tiempo libre,
conocimiento del barrio, comprensión de las normas de
convivencia...
- Organización y Economía del
hogar: Organización del hogar, distribución y reparto de tareas,
habilidad en el manejo del dinero)
- Legal y jurídica: Obtener la
documentación mínima legal, aprender a desenvolverse autónomamente en
instituciones y organismos...
- Laboral y de inserción
profesional: Regulación de la situación laboral, acceso a cursos de
formación de empleo, técnicas y apoyo a la búsqueda de
empleo...
6. Cuál es la Metodología de
trabajo o cómo se lleva a cabo la intervención: Cuando nos referimos a
la metodología como estilo de trabajo hacemos hincapié en el
tipo de relaciones que se establecen durante el desarrollo de la
intervención; por otra parte, la metodología suele estar asociada a los
recursos técnicos o procedimientos que se utilizan para
llevar a cabo la actividad.
La intervención es un cúmulo de
situaciones de aprendizaje y el Educador debe tener bien claro y
sistematizado cuáles son las fases y componentes de la
misma.
Definiremos en tres bloques los
espacios o contextos de intervención: la relación individual, la vida
cotidiana y la relación con la comunidad (Funes et al,
1998):
- La relación individual: La
relación individual viene marcada por la interacción personal. El
Educador juega, en un principio, un papel importante en esta
relación, ya que es la persona encargada de poner en marcha el
proceso de cambio, crea el marco de confianza y de sinceridad teniendo
como base el diálogo y la conversación.
- La vida cotidiana: Hay que
resaltar el papel que juega la vida cotidiana en el proceso de
intervención familiar. Uno de los ingredientes necesarios para
realizar la intervención familiar es la vida cotidiana del grupo
familiar, su espacio de convivencia, que se concreta en el domicilio
particular.
Habrá que comprender el por qué la
vida cotidiana es un elemento educativo indispensable, y por qué éste
debe entenderse como un contexto que facilita y organiza
de forma estructurada y consistente los espacios, el tiempo y los
recursos de la institución familiar.
El Educador Familiar trabaja con
la familia en su propio territorio, en ese espacio vital de convivencia.
Es el Educador el que va al encuentro de la familia, en
lo que llamamos visita domiciliaria. Es este un espacio (el
domicilio) y un tiempo (la visita) durante el cual se trabaja la
organización colectiva de la vida común y la estimulación cognitiva de
todas las áreas de aprendizaje por medio de la experimentación de
formas de relación que habitualmente no se manifiestan. El
acompañamiento durante el desarrollo de las actividades cotidianas
tiene como finalidad posibilitar que los padres puedan hacerlo por
sí mismos, y de este modo asumir y comprender que ellos deben acompañar a
sus hijos durante sus aprendizajes. Las actividades a
desarrollar son las siguientes (Bosch, J. M. y Sanchis, M., 1999):
- La relación con la comunidad:
Las relaciones y las actividades que se desarrollan en contextos
normalizados son una finalidad y un medio al mismo tiempo. Son
una finalidad para los potenciales aprendizajes y son un medio
porque desempeñan la función de espejo entre lo que se ha conseguido y
lo que se tenía que haber conseguido.
La relación con marcos
normalizados es fundamental, porque sabemos que los nuevos aprendizajes
comportan dificultades, dudas y, con mucha frecuencia, fracasos
debido a que aprendizajes comportan dificultades, dudas y, con mucha
frecuencia, fracasos debido a que son estructuras muy tiernas que
necesitan reforzarse con la repetición de experiencias de
éxito. En este espacio el Educador tiene un papel relevante, porque
realiza la función de apoyo de los nuevos aprendizajes
Estos diferentes contextos de
intervención configuran una gran cantidad de funciones (que desarrolla
el Educador, y que tienen preferentemente un carácter
preventivo) como las siguientes (Bosch, J. M. y Sanchís, M., 1999):
- Ser punto de apoyo en el
acompañamiento del proceso de toma de conciencia de la situación propia
(autoconocimiento) que efectúan las personas que componen la
familia.
- Fomentar los vínculos afectivos que favorecen los cambios en la familia, a través de una relación sincera y honesta.
- Realizar un acompañamiento emocional de la persona, respetando sus propias vivencias.
- Hacer posible la creación de
zonas de desarrollo que sean próximas y que generen nuevos espacios de
aprendizaje; es decir, facilitar herramientas a la familia
para que puedan tomar las decisiones correctas en aquellas
situaciones que conlleven un riesgo algo más elevado que el actual.
- Facilitar pautas y habilidades
educativas con el objeto de mejorar las interrelaciones entre los
miembros de la familia y su entorno.
- Estimular las capacidades y los
recursos propios de cada persona y del grupo familiar, con el objeto de
aumentar su autoestima individual y colectiva, y así
ayudarles a integrarse mejor en su entorno social.
MALOS TRATOS Y VIOLENCIA DE GENERO. INTERVENCIÓN EN EL CONTEXTO FAMILIAR:
Se trabaja tanto con la víctima
como con el agresor. Estos programas serían de tratamiento familiar,
educación familiar, rehabilitación del agresor...
Cada programa y los objetivos
planteados deben estar adaptados a las necesidades y a la situación de
cada familia en particular, porque sólo así se cubren las
deficiencias que existen y las dificultades con las que se
encuentran.
Los programas de educación familiar tienen como objetivos generales:
- Reducir el número de institucionalizaciones del menor, aunque va a depender de los recursos destinados a los padres
- Mejorar la capacidad de la familia para hacer frente a distintas situaciones.
- Mejorar la calidad de las relaciones en la familia
- Reducir las situaciones estresantes que pueden surgir.
Para conseguir estos objetivos se trabajan distintas áreas como:
- Reconstrucción de un ámbito familiar adecuado: Condiciones adecuadas de vivienda, alimentación, vestimenta, limpieza...
- Educación hacia los hijos: Rol parental, ideología familiar, manejo de conductas...
- Comunicación en la pareja:
Terapia de pareja, orientación laboral, entrenamiento en habilidades
sociales, resolución de conflictos, comunicación, negociación,
expresión de emociones...
Se utilizan estrategias como:
- Escuela para padres/madres: Se
trata de enseñarles a establecer relaciones interpersonales positivas
tanto entre ellos como con sus hijos y su entorno.
- En el propio domicilio familiar:
Con familias en situación de riesgo de malos tratos también se llegan a
cabo una intervención actuando en aquellos aspectos
que es necesario cambiar y cuales potenciar.
- Centros de día: En estos centros
se proporciona a los menores el cuidado necesario, sanitario,
desarrollo de sus capacidades, interacción adecuada con sus
padres. Se procuran que padres e hijos pasen el mayor tiempo posible
mientras se trabaja su relación.
En el caso de una residencia de
mujeres permanecen con sus hijos 3 ó 4 meses hasta que encuentren un
trabajo o domicilio y se continua la intervención también
una vez que salga del centro.
EDUCACIÓN FAMILIAR CON LA ETNIA GITANA:
Educación familiar: Encaminada a
la sensibilización y toma de conciencia sobre la situación, actitud y
posicionamiento frente a la escolarización.
La edad de entrada al matrimonio
es bastante temprana, lo cual afecta directamente al nivel educativo
alcanzado. A este respecto destaca el abandono prematuro de
la escuela y la asistencia discontinua a los centros educativos. A
pesar de que hoy en día la práctica totalidad de los niños gitanos están
escolarizados, las peculiaridades de su cultura
provocan que la mayoría no alcancen un nivel educativo medio.
Entre los adultos encontramos
tasas de analfabetismo muy elevadas en comparación con el resto de la
población. Este hecho, junto con el declive de las
actividades profesionales a las que tradicionalmente se dedicaban
muchos gitanos, hace que se trate de una población con grandes problemas
para entrar y mantenerse en el mercado laboral.
La educación es muy importante
para todos, como paso previo para conseguir y normalizar una situación
social y de trabajo en el futuro. En este proceso de cambio
se han promovido una serie de programas de compensación educativa y
de apoyo a la escolarización gitana, así como de seguimiento y refuerzo a
la asistencia de los niños gitanos a la
escuela.
Las familias gitanas van formando
parte del entramado social, conforme las viviendas, el trabajo y
convivencia social se situa en los mismos niveles que el resto
de la sociedad mayoritaria. La legalidad apoya la escolarización de
los gitanos como ciudadanos de pleno derecho. Defiende su derecho y su
deber de escolarizarse desde los seis a los dieciséis
años y garantiza plazas escolares en estas edades.
Correcciones educativas:
- Evitar la segregación.
- Potenciar el acceso a la
Educación Infantil de la población gitana. En los barrios donde no
exista han de crearse, trabajando desde el principio hábitos de
socialización, convivencia, normas, interculturalidad, confianza y
participación de la familia en la escuela, etc.
- Enmarcar los programas de
educación compensatoria dentro de los programas de desarrollo
comunitario del barrio o ciudad. Necesidad de una coordinación y
planificación conjunta entre los Servicios Sociales, los educativos,
el asociacionismo y cualquier profesional o entidad que intervenga en
el proyecto de desarrollo comunitario.
- Buscar alternativas para quienes
abandonan prematuramente el sistema educativo o tienen graves
dificultades para seguir el proceso educativo obligatorio.
Introducir talleres y desarrollar aspectos de formación ocupacional
que les sirva a los que van a incorporarse al mundo laboral de una forma
inmediata.
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